Eduardo

sábado, diciembre 9

RETRATO EN LONDRES

1
3 de Julio

El frió aun consumía las manos de Roberto, en cada uno de sus dedos sentía, sin exagerar, un poco de dolor con cada tecla que presionaba de su notebook, el frió se colaba por entre las cortinas mal cerradas del hotel, y hasta la espesa niebla parecía inmiscuirse por entre las rendijas y el cerrojo de la puerta. El hotel era pequeño, aun cuando en una ciudad como Leeds no esperaba realmente encontrar algo muy faustuoso, pues en honor a la verdad no era de sus ciudades favoritas. Por la mañana pretendía salir por carretera hasta Londres. Serian unas cuantas horas manejando directamente por carretera hasta Manchester en donde como de costumbre pretendía hacer una parada para comer. La comida nunca ha sido el fuerte de los ingleses pero a la hora de una merienda en base Scones de mermelada y crema y un poco de té no estaba mal. Luego continuaría directamente hacia el sur desviándose a Nottingham y luego por el camino secundario hasta Londres. Prefería usar estos caminos, después de todo, siempre mostraban uno que otro paisaje distinto a los demás y la gente en particular le parecía un poco más amable que la de la capital.

En la mañana bajó las escaleras desde su habitación hasta el lobby del hotel, allí unas manos calidas lo detuvieron junto a la mampara que separa el lobby de la enorme puerta de madera que conduce a la calle.
- El desayuno esta servido- agrego la señora de la casa.

Con algo de decepción miro a la mesa y como siempre unas mezclas extrañas le esperaban, que los locales de Londres y de todo el reino unido osaban llamar desayuno típico.
Todas las mañanas pedía perdón a su cuerpo por la bomba a digerir: Panceta, huevo, tomate, pan frió y una variedad de embutidos y para rematar unas tostadas con mermelada de naranja lógicamente acompañado por una buena taza de té con limón
Esa mañana se había comprometido consigo mismo a decir que no, que muchas gracias que ya estaba atrasado para salir a Londres, pero, esa mañana como todas las demás no había podido hacerle “eso” a la pobre señora Nodoth que si bien cobraba por el hotel, siempre había sido cariñosa y particularmente cordial con él.

Comió tan rápido como pudo tratando se saborear lo menos posible, alternando con algo de jugo de naranja para mejorar el sabor. Recordaba los años de infancia cuando sentado en la mesa bañaba de mayonesa todo aquello que en su plato se pintara de verde.

Tomó sus maletas, pago la cuenta, y despidiéndose de la señora de la casa y el resto de su familia, cerro la puerta del hotel “La Rochelle”, este pequeño enclave francés ubicado en el centro de la Gran Bretaña.

El recorrido por carretera, no tuvo mayores exabruptos y la verdad fue del todo placentero aun cuando el automóvil no respondía del todo bien, agradecido del GPS logró llegar rápidamente a los caminos que le llevarían de vuelta a la gran capital. Extrañaba su automóvil pues este Getz, no le era del todo cómodo, pero a falta del Chevi de su propiedad, por unos problemitas en con la emisión de gases, este había sido la mejor opción entre las ninguna que tenía.

Luego de unas horas de viaje logro divisar al fin el desvió que lo conduciría hasta lo mas cercano del centro de Londres.
Rodeo por completo el Regents Park hasta Marylebone Road, y desde allí codujo hasta su casa que a esas alturas quedaba a unos cuantos metros. Ingreso con cuidado hasta Eversholt Street y en la esquina a la altura de la estación Euston detuvo el automóvil por completo, eran ya cerca de las cinco de la tarde.
-Buena hora para tomar el té- dijo con voz relajada, mientras desde el portaequipaje del auto sacaba los trípodes y cámaras fotográficas, con cuidado de no tirar ni el más mínimo aparato por pequeño que sea, pues para un fotógrafo el equipo es la vida.

Miro su reloj mientras descansaba en el living de su departamento, miraba aun de reojo el equipo que debía de desmontar, esos días en Leeds habían sido del todo productivos, casi seis rollos fotográficos eliminados, además de la gran cantidad de digitales que ahora eran casi de igual calidad que la de los rollos, pero prefería lo clásico.
-Una foto, no es foto sin la emoción de la espera- se dijo mientras su reloj le indicaba las seis y treinta de la tarde, y un pequeño numero tres le indicaba la fecha.
-Tres de julio de 2005, buena fecha para estar en Londres- pensó.