Eduardo

jueves, febrero 9

El Gran Pez.


La mañana estaba fria, aun el viento helado parecia congelar en un instante nuestros huesos. La noche en la cabaña habia sido buena, pero yo y mi padre no prodiamos seguir inmoviles mientras la gran bestia nos esperaba en el mar. Preparados para la batalla, tomamos nuestros equipos de pesca. El sol se dejaba divisar por sobre las colinas de Tongoy, pero no donaba ni el más minimo rayo benefactor. El bote listo y dispuesto desde la madugrada. Nos recibio el viejo López, un marinero experto en caza y nos alerto de los peligros, a pesar de sus palabras disuacivas, no logró amainar nuestro espiritu de combate. El pez nos estaba esperando, y en casa una sarten lo esperaba a él. El mar estaba bravío, a sabiendas de que mi padre y yo nos dirigiamos en la busqueda. El bote azotado una tras otra vez por los latigazos del mar soporto estoico hasta la zona de pesca. El anzuelo preparado fue lanzado una y otra vez, hasta que en el tiron de su muerte por ultima vez el gran pez estuvo en el agua. Nos miramos y supimos que era nuestro. Ambos de las manos empujamos el animal hacia el bote y con destreza lo logramos atar a estribor de la pequeña embarcación. En "cubierta", exausto lo miramos y vimos toda su majestuocidad, atada y sufriente. Dije:
-No!!!- mientras mi padre cortaba las amarras y lo dejaba libre en el mar. Que espanto, lo vi alejarse y mirar atras con un gesto de gratitud pues era nuevamente el señor de los mares...

Eso, podria haber pasado, pero lo que si paso fue lo siguiente: de vacaciones con mi padre, nos levantamos tipo 10 de la mañana, fuimos a la pescaderia, conseguimos un pescado enorme y nos sacamos la foto...pero seamos sinceros ¿quien quiere escuchar algo asi?. Ademas es innegable que una gran fotografia.