Eduardo

martes, enero 31

Asi es la Vida

De tanto escuchar y escuchar, hablar a la gente, creo que sin duda a la larga ninguna de la opinión de ellos me interesa realmente, y es que entre tanta estupidez y consejos mal dados, ya no se si hacer caso a no a las palabras de algunos incautos que pretenden enseñarme a vivir. Vivir, ¿que es eso?, nunca lo he comprendido, al parecer es más que nacer, crecer, reproducirse y morir. ¿Pero como? si eso fue lo que me dijeron en el colegio mis profesores. Si no puede confiar en ellos ¿en quien debo de hacerlo?, pero era justo quizás que me mintieran, yo les mentía a ellos, y por lo bajo de sus sueldos demás que con un poco de gracia nos metían cuentos en la cabeza para ver si en la confusión algunos de nosotros, incautos se dedicaba a la enseñanza. Así es como estoy ahora mintiéndoles a mis alumnos dándoles esperanzas a un montón de soperutanos que no saben aun donde termina la espalda y comienza el culo. La vida ¿que es eso?, estan difícil de expresarla, son tantas las cosas que debes de hacer, algunos dicen que debemos escribir un libro, (pero cuantas páginas debe tener algo para ser un libro), plantar un árbol, creo que eso esta bien, mientras no lo plantes en la entrada de tu casa ya que sin duda eso impediría el paso, aún cuando también impediría que el bendito perro de la vecina entrara cuando se le diera la regalada gana, aun así si mueres (que de eso tengo certeza solo por esta vivo), ¿quien ha de regar el árbol?, creo que aparte de plantar el árbol alguien debería incluir, regar el árbol de alguien más, por ultimo dicen , tener un hijo, pero eso seria absurdo pues seria como vengarme metiendo a otro en este mismo problema una vez más, y otra persona que tenga que volver a escribir una pelotudes como esta, y además hacerla un libro, plantar un árbol y además sin dejar de regar el mió, y tener otro hijo, mi nieto que siga con la tradición. Pues bien me costaría montón hacer todas esas cosas es que no tengo mucho tiempo. Tiempo libre entre los clientes y la televisión, tendría que escribir el libro en este espacio pero bueno, no tengo tiempo de leer uno, menos de escribirlo. Plantar un árbol, quizás pero quien sabe donde, vivo en lo alto de una torre de departamentos lo único verde que tengo es el musgo que vive junto a la humedad de la llave del baño que me comprometí a arreglar hace ha unos meses atrás, o uff, lo de tener un hijo, imagínense no puedo arreglar una llave y voy a tener tiempo para ello, sobre todo si no tengo novia aun, y ni aunque la tuviera, lo mas seguro es que andaría tratando de hacerse un tiempo para regar su bendito árbol y terminar su libro propio.

Ladron de Campos

El viento resoplaba por sobre la cornisa del viejo granero, Las gotas de lluvia se colaban por entre las pocas tejas que aun soportaban parte del techo, en ellas nuestro protagonista, ladrón de oficio y profesión trataba de mantenerse seco. Con la piel mojada después de recorrer de la casa al granero con las manos vacías. No le fue fácil el llegar allí, el camino, que bien sea dicho de paso era de unos veinte metros, estaba lleno de dificultades. Luego de arrancar de la casa escoltado por los gritos de la gorda señora del escuálido granjero, se alegro de no recibir más que solo un sartenazo a medio traer en su recorrido por la cocina del lugar. Sabía bien que no debía hacerlo pero el hambre lo impulsa sobre todo a robar. Luego los escalones que daban al patio, resbaladizos por la lluvia, habían hecho de nuestro protagonista un digno competidor olímpico, casi dos metros de distancia lo habían hecho acreedor de por lo menos una medalla de plata. Al suelo reboto cuan largo era, sobre su espalda, mientras su cabeza azotaba el suelo mojado salpicando algo de barro hacia los lados. El tercer obstáculo, Miguel el perro, que sabia de tipos como él, lo logro acorralar unos segundos pero diestro como siempre fue, aunque un poco aturdido por el golpe, logró zafarse de la emboscada, corrió rápido al granero en busca de abrigo, la piel se le mojaba y goteaba mientras entraba sigiloso, Martín el caballo lo miro con recelo, como diciendo ¿en que andas PARA VARIAR, ladronzuelo?. A duras penas subió las escaleras del granero mientras de fondo aun escuchaba los gritos de la gorda y de su escuálido marido. No había sido fácil, mojado, sin conseguir nada para comer. Pero “así es la vida” se dijo, lamiendo una de sus patas para luego pasárselas por la cabeza. Después de todo, nadie dijo que ser una rata de campo era un trabajo para débiles de carácter o sin espíritu aventurero